28 DE NOVIEMBRE DE 1984

La agonía del Gobierno tripartito de la Generalidad de Cataluña amenazaba desde hace meses con convertirse en el mayor recorte de derechos y libertades individualesen la historia de la democracia española. Y no era este récord baladí teniendo en cuenta los anteriores siete años de atropellos e imposiciones perpetrados en nombre de las izquierdas en esta Comunidad Autónoma.

Sin embargo, ni quienes teníamos los peores presagios podemos decir que estos se han quedado cortos. A la vista de los últimos coletazos del moribundo Gobierno de Montilla nadie, absolutamente nadie, está a salvo en la Cataluña artificial que diseñada en la mente de Huguet se dibuja a todo correr en la libreta casi ya sin hojas del president.

Los últimos plenos de la Legislatura en el Parlamento de Cataluña se han venido convirtiendo en carreras contrarreloj en las que socialistas e independentistas, bajo la sonrisa atenta de los convergentes, han sacado a relucir sus peores armas contra la libertad, sus más absolutas obsesiones lingüísticas e identitarias y el aplastador rodillo en que han convertido, no sin una gran inversión económica de 30 años, una estructura política y mediática, la catalana, adquirida por el régimen para servir, excepciones aparte como este diario, al gran proyecto de construcción nacionalorwelliano.

Saura, Carod-Rovira y Montilla, sentados en sus escaños del Parlamento autonómico, momentos antes de la votación que prohíbe las corridas de toros en Cataluña (foto: vídeo).

Así, los ciclistas del sector monocolor del Parlamento autonómico han aprovechado las últimas pedaladas para hacer hueco a sus amigos con lacreación de numerosos sillones de buen sueldo en unas instituciones anacrónicas e inconstitucionales como lasveguerías. Así, los empresarios del cine tiemblan ante su doble crisis. No son la piratería, ni tan siquiera la crisis, ya, sus máximos enemigos sino la imposición del señor Montilla para que, en contra del mercado y, por tanto, de la sociedad catalana, el 50% de la películas sean emitidas en catalán o se las verán con sanciones millonarias por el incumplimiento de la llamada Ley del Cine.

No están tranquilos los médicos. Más de una treintena ven como la Generalidad incluyó en sus contratos la exigencia del nivel C de catalán y como ahora se agota el plazo, a partir del cual dejarán de valer sus capacidades profesionales y sólo hablar la lengua del régimen les permitirá seguir ejerciendo la medicina en Cataluña. Requisito similar al que pronto se tendrán que enfrentar, no sólo los profesores de las universidades públicas y privadas de Cataluña, también los docentes de fuera cuya intención fuese aportar conocimientos a la ya de por si asfixiada juventud catalana.

Con este panorama de ni cine ni toros, ni muñecas flamencas en las Ramblas, con los mejores filólogos en los hospitales y los médicos en la cola del paro, sin eminencias en la universidad por no parlar catalán; con el incumplimiento de la ley como dogma para quienes gobiernan, con el placer de ver su trabajo feo hecho para quienes gobernarán, con el silencio del un PP acomplejado, y con la voz lejana pero firme de quienes siguen considerándose ciudadanos (y no súbditos) en todos los sentidos, se llega al 28N.

Y quienes desde un lugar u otro peleamos contra el Ingsoc catalán, la policía del pensamiento del comisario Huguet y ese Ministerio de la Verdad tan magníficamente interpretado por el nacionalismo catalán en su conjunto, sólo recordamos cada día, como decía la novela de Orwell, que: ‘En una época de engaño universal, decir la verdad constituye un acto revolucionario’. Esa es nuestra responsabilidad.

Pablo Yáñez es presidente de la Asociación Nacional por la Libertad Lingüística

Artículo públicado en La Voz de Barcelona